LO QUE FALTABA POR OÍR

Vecino. Informacion.

LO QUE FALTABA POR OÍR

Pues, ahora, resulta que los futbolistas de élite se cansan, que son como el resto de los humanos, de carne y hueso. Y que no son esos héroes del Olimpo que nos habían pintado. Que, después de un partido, se quedan rotos, cansados, exhaustos, es decir, para el arrastre, como un toro recién matao por el Manolete de turno. Sobre todo, si pierden u partido. Si lo ganan, no parece que lo estén tanto.

Por esa razón, algunos de sus entrenadores, tan paternalistas ellos, han salido a la palestra para protestar por la esclavitud a la que se ven sometidos a sus pupilos del alma y de sus bolsillos por jugar un partido cada dos días, lo que constituye un terrible sufrimiento y, sobre todo, un abuso laboral que las autoridades futbolísticas deberían eliminar.

Por esa razón, un tal Ancelotti, así me parece que se llama el entrenador del Real Madrid, pero no me hagan mucho caso, ha salido por televisión con cara de pocos amigos y masticando chicle como un mono, anunciando que su equipo no volverá a jugar un partido si antes no han transcurrido 72 horas después del último jugado, es decir, después de haber descansado durante tres días seguidos antes de enfrentarse a otro equipo. Porque lo contrario es una animalada, un escarnio, al que ni siquiera se somete a las bestias del agro (en parte porque ya nos la hay, sino tractores y máquinas segadoras, trilladoras y empaquetadoras).

Y es que la gente no sabe que un partido de elite es un agotamiento, deja hechos una piltrafa a los jugadores, sin poder hacer a continuación nada de provecho, excepto aquello que les permite disfrutar gracias a los sueldos temblorosos que reciben.

Si no descansan durante 72 horas, no pueden rendir como se les exige y por tanto no pueden volver a “trabajar” de nuevo dando patadas a un balón o, como dicen los estilistas, haciendo obras de arte.

Al oír las quejas del tal Ancelotti, me he acordado de los albañiles, de los mineros, de los pescadores, de los agricultores, de los picapedreros, de los ganaderos, de los médicos, de las mejilloneras, de los electricistas, de los encofradores y, por supuesto, de las amas de casa y de las maestras…

Y me preguntaba qué pasaría si todos ellos se plantaran en sus respectivos trabajos y exigieran descansar de forma absoluta y continuada cada 72 horas, pues, tras las ocho horas diarias y más que trabajan cada día y noche los deja baldaos, hecho trizas, reventados, muertos, mataos, y ello para ganar unos sueldos de mierda que no les llega para pagar el alquiler.

Si la sociedad en términos de masa no fuera un musgo mental, hace tiempo que habría dejado de ir a los campos de fútbol de estos equipos de élite que se consideran los reyes del mambo, atribuyéndose más importancia que cualquier premio nobel en física cuántica.

Aún estamos por oír a estos entrenadores de la élite que se solidarizan con quienes viven en las más extremosa de las fragilidades laborales y que no vamos a referir porque son harto bien conocidas.

Alcanfor